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[Saint Seiya] La Leyenda de la Noche

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Mensaje por Nyx Hamilthon Sáb Ago 29, 2015 2:35 am

La Leyenda de la Noche

Capitulo 1 .- El Despertar

-Athena…-

Esa voz una y otra vez. La diosa estaba inquietándose mientras que se levantaba de aquel sitio destinado para su descanso físico, sus aposentos privados donde ella continuamente escuchaba esa voz, despierta o dormida. Angustiada, notaba como su corazón se oprimía, ¿De quién era esa voz?

-Athena… Abre los ojos, Athena-

Apretó los labios frunciendo el ceño mientras estiraba la mano ligeramente para que Niké apareciera en una luz dorada resplandeciente, Saori Kido apretó en sus manos aquel báculo que le otorgaba el título de diosa mientras caminaba con suavidad por su dormitorio.

Hacía tan solo un par de semanas que sentía una imperiosa necesidad de regresar al Santuario, desde que el desenlace de la batalla de la Guerra Santa, había logrado salir de los Campos Elíseos con sus Caballeros Divinos. Seiya, el caballero de Pegaso, estaba sumido en un sueño profundo por culpa de la maldición de la espada de Hades y aunque en su mente estaba intentando encontrar una solución, ayudada por Shiryu, el caballero de Dragón, la solución estaba lejos de realmente aparecerse en sus manos.

Saori pensaba que en realidad solo era el cansancio de llevar la Fundación Graude mientras al mismo tiempo su pensamiento estaba en el Santuario y su corazón con el caballero de Pegaso.

Salió de aquella privacidad mientras caminaba un par de pasos hacia aquel balcón que le daba la espectacular mirada del Santuario cuando el sol apenas si se asomaba por el horizonte. Se quedó ahí a pesar de que el frío de la madrugada erizaba su piel.

-Athena, Despierta…-

Saori se giró cuando sintió la presencia de alguien a su alrededor, Niké brilló y de pronto solo pudo ver unos hermosos ojos plateados y Saori Kido se derrumbó sin tiempo siquiera a poder entender, Niké resbaló de sus manos y al chocar contra el mármol del suelo, brilló apenas y se detuvo. Saori Kido estaba inconsciente.

El caballero Dragón y la Amazona de Ophiuco corrieron al sentir el cosmos de su diosa antes de desaparecer casi por completo. Shiryu llegó primero para encontrar a Saori tendida en el suelo, inmediatamente Shaina llegó alterada.

-¡Saori! – gritó el caballero dragón al entrar apresuradamente.

-¿Pero que…?-

-Athena, Princesa. Despierte… -el Dragón intentaba por cualquier método el despertar a su diosa, la movió pero solo la sintió tibia, si bien no estaba muerta, sus signos vitales humanos estaban demasiado débiles, sin siquiera pensarlo la trasladó a sus aposentos donde la acomodó con ayuda de Shaina.

-Athena está muy fría… - la amazona tocó con total reverencia apenas la mano de su diosa, y pudo notar como su cosmos estaba demasiado debilitado, se giró a ver a través de su máscara al Dragón.

-No entiendo que pasó, no sentí a nadie con ella, es como sí de pronto alguien le hubiera robado su divinidad… -murmuró observando a la princesa Kido, ninguno de los dos se percató de que Niké había desaparecido.

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Sentía que estaba flotando en algún lugar tranquilo y lleno de paz, sin embargo en lugar de encontrar un sitio cálido, era inesperadamente fresco, pero no calaba en los huesos, sino simplemente despertaba en ella un sentimiento de melancolía, un desamparado latido de su corazón le dolía e inmensamente tenía ganas de llorar. Apretó su mano y encontró justamente lo que buscaba, a Niké.

Abrió los ojos lentamente para encontrarse en un sitio completamente oscuro e inmediatamente lo primero que pensó fue en Hades logrando que su cosmos se perturbara aún más.

-Al parecer, no dejas de temer y de despreciar a Hades, Princesa Athena…-

-¿Quién eres?, ¿Qué eres?, ¿Dónde estamos? – Saori se quedó mirando a todos lados buscando de donde provenía aquella voz que a pesar de ser profunda y melancólica, era suave y severa, no podía identificarla con claridad.

-Has olvidado quién eres, Athena… ¿O acaso es que no has despertado completamente? –

Ante Saori, apareció la silueta de una hermosa mujer ataviada con un brillante pero suave túnica negra que era tan larga que se ondeaba con cada movimiento minúsculo de la extraña y nuevamente reparó en sus ojos, lo único que podía ver de esa sombra. Saori puso frente de si a Niké  en forma de defensa y ataque por cualquier cosa que pudiese suceder.

-¿Quién eres?, ¿Por qué dices que aún no he despertado? – exigió.

-Princesa Athena, no soy tu enemiga… No en esta era. – la sombra se movió suavemente, pareciendo flotar hacia un costado, Saori le seguía con la mirada – Athena, aun no estás despierta completamente, mi querida Princesa Olímpica, es por eso que no me recuerdas…- Saori se quedó pasmada mientras apretaba a Niké aun usándolo de escudo. La sombra se acercó a la chica.

Rodeándola suavemente, Saori pudo sentir como aquel manto negro la acariciaba haciendo que toda su incertidumbre, su frustración y melancolía se incrementaran en su corazón, miró esos ojos plateados y sintió sus rodillas temblar, sus ojos humedecerse y su corazón se contrajo de tristeza, Saori se quedó confundida.

-Princesa Athena, tu corazón sufre por aquellos que amaste, aquellos que tú has adoptado como hijos propios dentro de los mortales y es por eso que he de ofrecerte mi ayuda – Saori aún seguía mirándola con atención, siguiendo sus pasos, intentando apaciguar su corazón.

-¿Tu ayuda?- y aunque Saori no quería aceptarlo, catorce rostros habían aparecido en su mente cuando mencionó a sus hijos y aunque muchos resplandores de plata y bronce también habían aparecido. Se sintió desfallecer en llanto pero lo soportó.

-Así es. – La sombra se acercó más a Athena, demasiado cerca mientras que Saori apretaba los labios –Primero debes de despertar de tu milenario letargo Athena… Estás atada demasiado a tus reencarnaciones, mi querida princesa, es hora de que seas tú una vez más… como lo fuiste en la Era del Mito – y de pronto, Saori se sintió absorbida en un mar de estrellas que brillaban enormemente mientras la oscuridad intentaba abrazarla, Saori intento luchar apretando a Niké pero nada resultó.

En la mente de Saori, comenzaban a pasar escenas, muchas escenas y notaba como su cuerpo perdía fortaleza, intentó gritar pero cuando lo hizo, simplemente de ella salió un lastimero lamento de desesperación. Pudo ver los ojos plateados de la sombra que la observaban con mucha atención y podía jurar que pesar y melancolía, Saori comenzó a llorar.

-Duele…. –murmuró demasiado suave cuando cayó de rodillas y se dio cuenta de que estaban en un templo. Levantó la mirada en busca de la sombra.

-Despertar siempre duele, Mi princesa Olímpica… -dijo la sombra antes de caminar por el templo con lentitud. –Debes de recordar desde el comienzo, Athena. Como desde esta era, tú ya gobernabas este mundo… -abrió una cortina y Saori contemplo una noche estrellada y limpia y se levantó sosteniéndose de Niké.

Caminó primero despacio, luego comenzó a acelerar hasta casi correr y detenerse en la entrada de aquel templo, podía jurar que era el mismo sitio del Santuario, pero no había rastro de las doce casas, tampoco se sentían los cosmos de ninguno de los sobrevivientes a la batalla contra Hades. Su mano tembló y la sombra pasó a su lado, invitándola a seguirla.

-Aquí es dónde todo comenzó, Athena…- a lo lejos se sintió una explosión de cosmos y Saori sintió brillar a Niké, como si reconociera algo y en ese momento, Saori sintió un dolor muy agudo en su pecho, imágenes, sonidos, gritos, dolor, lágrimas. Sin esperar siquiera a la sombra, Saori salió corriendo por las escalinatas para encontrar justamente lo que más temía. Hades.

Intentó levantar a Niké pero la sombra la detuvo.

-Esta guerra pasó hace más de tres milenios, esta fue sin duda, la primera de todas las Guerras Santas, Athena. Aquí es donde el Rey del Inframundo, atacó tu reino, te desafió a una guerra que duró al menos una década… muchos guerreros murieron en esta guerra, Hades había ganado mucho terreno y estaba pisando suelo sagrado…- la sombra detuvo su relato cuando Saori se percató de que una hermosa luz blanca salía en contra de Hades, inmediatamente después, trece luces doradas se levantaban para darle refuerzo a aquella magnifica luz blanca y pura.

Hades bramó entre adolorido y colérico y fue cuando Saori se quedó pasmada, frente a ella estaba su fiel retrato. Una hermosa mujer madura con cabello resplandeciente en tonos violeta, unos ojos sabios y fuertes de color esmeralda sosteniendo el báculo de Niké y el escudo dorado que brillaba con intensidad mientras se proponía atacar a Hades. A su lado, no pudo más que observar asombrada como un par de Alas se agitaban.

-Seiya… - murmuró acongojada mientras observaba. Hades atacó pero el escudo de Athena los protegía y fue cuando simplemente, todo acabó. Hades había sido herido por un humano, colérico, humillado, se fue de aquel sitio mientras que Athena miraba con solemnidad a su mas valiente caballero antes de que este sucumbiera. Saori no sabía si correr o llorar.

De entre los escombros salieron trece hombres, a Saori se le estrujó el corazón.

-Ellos… -Estaba realmente paralizada. Aquellos trece hombres se acercaron lenta y dolorosamente antes de caer a sus pies, desangrados, malheridos y agonizantes, Athena frente a sus ojos, los veía con ternura a pesar de su espectáculo tan desgarrador. Saori dejó que las lagrimas cayeran por sus mejillas. –No…- murmuró acongojada.

La imagen se disolvió en un manto negro. Como un espejismo dentro de las nubes negras de una tormenta. La sombra se colocó frente a Saori.

-Aquí es dónde todo comenzó Athena, la primera vez que lloraste por un alma humana, y la primera vez que diste un don que a ningún otro humano le darías… - y de pronto, Saori sintió un enorme dolor de cabeza, tan fuerte que tuvo que sostenerse la sien y caer de rodillas por la fuerza de aquella dolencia. Podía recordarlo, perfectamente podía recordarlo y fue entonces cuando simplemente notó el dolor de su corazón. Sintió lágrimas corriendo por su rostro y no pudo evitar notar que eran de sangre.

Saori no se detuvo y siguió llorando amargamente mientras sostenía a Niké, los recuerdos volvían una y otra y otra vez. ¿Cómo fue posible que lo olvidara?

-Lo olvidaste al atar tu alma a tus reencarnaciones, Athena. Sentías que era tu deber… -

-… sentir como los humanos, para poder pagar mi enorme error al no poder protegerlos –dijo Saori con total pesar mientras apretaba sus manos, lo recordaba todo, cada era, cada reencarnación, y ahí estaban sus rostros, el de Seiya, y el de ellos trece.

Sus miradas distintas en distintas épocas, sus personalidades distintas por el tiempo en el que vivieron y aún así, ahí estaban ellos. Sus hijos adoptivos, los que tenían su favor y su don, que tenían por sobre toda la tierra, su corazón incondicionalmente y volvió a llorar amargamente… no como Saori Kido, ya no por la humana y heredera, si no esta vez, ella era realmente la Athena.

Se levantó de donde estaba sin secar sus lágrimas de sangre, enfrentando a la sombra la cual pudo notar aquellos ojos que eran los que buscaba. La diosa de la Sapiencia y la Guerra Justa estaba justo enfrente de ella.

-Princesa Athena… -no hubo reverencia por parte de la sombra, sin embargo Athena se inclinó suavemente delante de ella.

-Reina de la Noche, me has favorecido con tu ayuda al liberar mi verdadera divinidad…-

-Y este es el comienzo, Princesa Olímpica. Pronto, un dios vengativo querrá tu cabeza que no pudo tomar en esta misma era. Sabes que él no es paciente ni tampoco meticuloso como tú, querida niña divina. –

-¿Qué quiere decir? –dijo respetuosamente pero con duda en sus ojos.

-Tus hijos han de volver a tu regazo, niña mía-

Athena se sintió perturbada y de pronto la imagen de la sombra se disolvió, estaba en todos y en ningún lado a la vez.

-Ellos tienen que volver, aun cuando sus almas están cautivas, ellos volverán a ti. Solo debes de buscar la respuesta en las estrellas – y todos se esfumó.

Saori perdió el conocimiento y de pronto sitió la calidez que le había sido absorbida, notó que su cuerpo se estremecía e intentaba buscar aquel calor que le estaba dando aquel confortable sitio y abrió los ojos, lenta y dolorosamente dejó que sus esmeraldas se llenaran de la luz del Sol. Al notarlo se levantó de prisa y vio como a su lado estaban Hyoga, Shun y Shiryu.

Suspiró hondamente y recapacitó un momento, su cosmos era aún más divino e intenso, ella misma podía sentirlo. Los caballeros divinos se quedaron pasmados, sentían una irremediable atracción hacia su diosa mientras que también hacia inclinarse ante ella, y sin evitarlo, lo hicieron, Athena sonrió.

-Al fin he recordado… -murmuró y volvió a invocar a Niké en su mano. Miró a los chicos.

-¿A-Athena? –murmuró Shun mientras sentía que sus entrañas se revolvían. Athena los miró con amor y ternura y después se giró para caminar hacia fuera de su templo, los chicos la siguieron con precaución, no podían negar que el cálido cosmos de Athena los llenaba de amor y confianza, de una fuerza desmedida que les sobrecogía.

Cuando Athena se detuvo, estaba frente a su propia estatua, ella sentía como el poder estaba ahí. Elevó su cosmos mientras la estatua brillaba intensamente, el escudo dorado de Athena apareció frente a ella.

-Por fin he despertado… -murmuró antes de hacer explotar su energía por todo el santuario llenando cada rincón con su poder, reclamándolo, protegiéndolo, marcándolo como suyo y consagrado para ella. Los caballeros se quedaron pasmados, era el verdadero poder de Athena.
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