[Harry Potter] Dangerous || Hermione G. y Draco M.

Sabía que era una locura. Seguramente estaba comenzando a perder la razón por el simple hecho de juntarse con ese par de idiotas. Se detuvo en una de las vueltas del pasillo, debía de reconsiderar la opción de siquiera acercarse a… a… ¡A esa!

Iba a darse media vuelta cuando el rostro de Hermione Granger se le vino a la cabeza, Sus ojos se habían aclarado, su cabello, antes que parecía un montón de hilos piojosos, ahora simplemente eran hermosos bucles, que con un arreglo un poco más cuidado, quedarían perfectos, y fue cuando Draco, se llevó la mano a la frente.

¿Cómo podía siquiera el pensar en que Granger era bonita?

Bueno, admitía que en el baile de presentación del torneo, fue un espectáculo ver cuán hermosa podía verse si se arreglaba y maquillaba apropiadamente, inclusove comportarse como una verdadera dama, no como la bestia horrenda que solía ser al lado de Weasley y Potter.

Solo si ella no fuese una Sangre Sucia cualquiera…

Rodó los ojos fastidiado antes de darse media vuelta y continuar con su trayecto. A pesar de lo que dijera la gente o cualquier otra cosa, Draco Malfoy no era un cobarde… solo tenía un agudísimo sentido de supervivencia.

Cuando se adentró a aquel pasillo oscurecido y mohoso, arrugó la nariz, si bien odiaba ese tipo de sitios, Granger había elegido uno de los mejores lugares para estar a solas, sin que nadie sospechara y sobretodo, que se adaptase a las quisquillosas peticiones de Malfoy.

Se acercó a la Armadura, y la miró con cautela.

— Chocolate Caliente — y una pequeña puerta, se abrió detrás de la estatua, dejando salir un aroma dulce y agradable, lo cual Draco no se tardó en adentrarse a aquel sitio, no sin antes, revisar que nadie le viese.

El sitio era sumamente acogedor, y aunque no era tan grande, era lo suficientemente amplio para poder caber una sala entera de colores marrones y rojizos, dejando del lado cualquier decoración de las casas en ese momento, inclusive había una chimenea hermosa, encendida, que iluminaba lo que quedaba de la habitación. La alfombra adornando el suelo, deliciosamente en tonos dorados y plateados en forma de circulo, algunos almohadones y ahí se encontraba ella, sin corbata ni chaleco que le hiciera el honor de saber de que casa pertenecía.

Algo que Draco había pedido hace tiempo.

— ¿No pudiste encontrar una mejor contraseña, Granger? — replicó antes de quitarse el saco oscuro y dejarlo sobre el sofá que estaba cerca de ahí.

Le había costado mucho trabajo convencer a su mejor amigo de que le prestara el mapa del merodeador y su tan preciada capa invisible para escabullirse de noche y sin peligro de ser vista por los anchos y altos del castillo. Hogwarts era inmenso, y algo tenebroso cuando se andaba por los oscuros corredores que, de vez en cuando, quedaban iluminados por los tenues rayos de luna que se escabullían por las pocas ventanas.

Observó el mapa bajo la capa de Harry, si que había costado, pero valió la pena estar armada con esos objetos tan preciados que los habían ayudado en sus “Travesuras Nocturnas” a ella y sus amigos en varias ocasiones. Entonces vino otro recuerdo a su cabeza, y por enésima vez ese día, Hermione se preguntaba cómo podía haberle pedido eso… justo a él… la imagen de un niño, hace unos tres años, de pelo lizo y plateado. El reto que le dio a Harry para batirse a duelo con él y que lo condujo a la trampa donde se encontraron sin querer a un enorme perro de tres cabezas.

Sacudió la cabeza para aclararse las ideas y susurró: − Lumos − la tenue luz que surgió de la punta de su varita a penas servía para iluminar el trozo de pergamino blanco en sus manos. Entonces lo recordó y frunciendo el entrecejo puso la varita en el centro del amarillento trozo − Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas − y ya lo creía la chica que no eran buenas. Es decir, se encontraría con un Slytherin ¿Qué pasaba por su cabeza?

Miró cómo motitas que se movían con los carteles de 'Argus Filch' y 'Sra. Norris' estaban bien lejos del corredor más abandonado, mohoso y asqueroso de todo el tercer piso. Avanzó con total discreción para evitarse los mayores problemas posibles hasta que se encontró justo en frente de la vieja armadura doblando a la izquierda bien escondidas tras unas andrajosas cortinas − Chocolate caliente − le susurró a la armadura que miro a ambos lados cómo perdida y se movió lo justo para dejar ver la pequeña entrada a la estancia tan acogedora. Era una suerte tener acceso a todos los lugares secretos del castillo gracias al mapa. Tal vez si desistiría en sus intentos por persuadir a Harry de dárselo a la profesora McGonagall.

Se precipitó a encender la chimenea para iluminar la estancia y se sentó en uno de los mullidos sillones de la sala circular, cerca al fuego, que le recordaba a sus asientos preferidos con Harry y Ron en la sala común de Gryffindor. Miraba recelosamente hasta las motas y el respectivo cartel de 'Draco Malfoy' le avisó que su acompañante estaba por llegar. Escondió tras una tabla en el rincón los objetos prestados (pues no confiaba en que Draco supiera guardar ese secreto) y dejo en la mesa del centro su túnica negra y la corbata perfectamente dobladas.

Rodó los ojos soltando un ruido de desaprobación ante el saludo de Draco mientras lo veía acercarse y dejar su saco en el sofá

− ¿Qué habrías sugerido tú? − le cortó con furia − A ver déjame adivinar… Sangre Sucia Inmunda − le soltó sin miramientos sosteniéndole la mirada. Aunque su mente iba a parar a esa vez que tanto le habían afectado esas palabras.

− Mejor siéntate y acabemos con esto cuanto antes Draco. No quiero que ni Harry, ni Ron y tampoco Viktor se enteren de esto ¿Me oíste? − afirmó con un tono decidido mientras sacaba una insignia de la P.E.D.D.O. y la ponía sobre la mesita de centro de la sala junto con un pequeño trozo de pergamino donde tenía anotados a los demás integrantes de su movimiento revolucionario − dime… dijiste que tenías dudas de esto ¿Cuáles son?

Frunció la boca antes de contestar. Esa mujer también le sacaba de quicio.

— ¿Podrías dejar de gritar como cualquier muggle?, aun siendo una…-—se tuvo que tragar el apelativo, no necesitaba un duelo entre ellos ahora mismo —… nacida de ellos, deberías de comportarte como lo que eres, una bruja — se dejó caer en el sofá, algo fastidiado antes de cruzar la pierna y apoyar sus brazos de aquella forma tan formal como solo un Malfoy sabría hacerlo.

Al escuchar el nombre de Potter y Weasley, Draco sintió claramente, ganas de regresar la merienda. Odiaba que ella estuviese mezclada con esos dos par de papanatas estúpidos.

— Como si te estuviesen haciendo caso ahora con el torneo — se cruzó de brazos — Seguro esos dos trogloditas solo tienen una neurona, y solo la usan para el torneo — dejó salir un pequeño gesto entre desaprobación y burla por su broma privada.

Aun si eso le supusiera que Granger terminase gritándole otra vez.

Se llevó una de sus manos a su frente y cerró sus ojos para intentar no comenzar a gritarle a Granger. Si bien estaba ahí, era porque, aparte de que secretamente siempre había odiado que su padre maltratase Dobbv de aquella manera, era porque le parecía ciertamente interesante.

Y algo le decía que aquello tendría futuro estando en las manos de Granger.

Vamos, ni él era tan imbécil para no darse cuenta de que Hermione Granger sería alguien que resaltaría, ya de por si era famosa por ser de las mejores en calificaciones dentro del colegio, si no era amiga de Potter, que solo tenía la maldita fama.

— Exactamente, ¿Cuál es el objetivo general de tu Organización? — negocios, solo negocios. — ¿Qué más patrocinadores tienes? — suspiró hondamente — Granger, que quede claro que si te apoyaré en esto, quiero total anonimato, ¿entendiste?, si no, se acaba mi apoyo —

Hermione se había limitado a fulminar al rubio con la mirada, intentando mantener un nivel de decencia proporcional al que había adoptado Draco evitando mencionar aquel término despectivo que parecía ser uno de sus favoritos. Sí, era algo de alabar que Draco Malfoy se tragara una oportunidad de llamar “Sangre Sucia” a alguien. Sobre todo a alguien que parecía tolerar menos que a los demás cómo era Hermione.

La chica se agachó para sacar una pluma y un tintero para evitar mirar a Draco a los ojos, por algún extraño motivo le resultaba difícil odiarlo cuando le sostenía la mirada…
No, no podía ser. Sacudió su cabeza y se quedó mirando sus dedos entrelazados sobre sus piernas mientras  que permitía que la voz del rubio llenara la estancia. El sonido de su socarrona voz, por algún motivo inexplicable, parecía haberse vuelto más dulce y mucho menos odiosa.

Tras soltar un bufido de ofensa Hermione volvió a mirar a Draco con la voz temblándole ligeramente de ira contenida que hacía un gran esfuerzo por disimular −  Es irónico que trates de trogloditas a mis amigos cuando tu andas con ese para de mastodontes descerebrados − le reprochó con el ceño fruncido y con esa expresión que sus amigos decían la hacía ver cómo la profesora McGonagall.

Al ver el gesto (medianamente consiliador a ojos de Hermione) se mordió el labio inferior para intentar no despotricar más… Ya era hora de centrarse en lo que le competía… La libertad de los elfos domésticos.

Hermine apunto  con caligrafía delicada las preguntas de su nuevo socio y empezó a mirarse los dedos nuevamente tras dejar la pluma sobre el pergamino… estaba avergonzada pues la P.E.D.D.O. no iba progresando cómo le gustaría.

− Bueno… − comenzó tras aclararse de manera nerviosa la garganta − El objetivo principal es muy simple, y francamente, obvio: La libertad para todos los elfos domésticos, para que así puedan disfrutar de condiciones laborales dignas cómo vacaciones… salarios… descansos e indemnizaciones al ser despedidos claro está −agregó en un tono decidido y acto seguido tachó de manera temblorosa la primera pregunta de Draco −. No tengo ningún otro patrocinador. Desgraciadamente a la mayoría de magos y brujas parece no interesarles la baja calidad de vida que llevan estás criaturas. Aun cuando ellos nos optimizan la comodidad y nos hacen la vida más fácil.

Se echó un mechón de cabello tras la oreja… cosa extraña que nunca se había preocupado por hacer − Y claro, si así te sientes más cómodo puedes tener todo el anonimato que desees Draco, yo te agradezco mucho que te estés interesando.

Hermione no pudo reprimir más una amplia y agradecida sonrisa que dedico a Draco y dijo: − en verdad me caes bien… y  me demostraste que puedes ser gentil y agradable − agachó la cabeza nuevamente y le ofreció la insignia que había sacado de su mochila minutos antes − está es especial − le afirmó − le he puesto un hechizo para que sólo tú y yo podamos verla así que si guastas puedes llevarla a todas partes Draco.